¿Cómo empezó todo?

Cómo lidiar con la deshonestidad intelectual.

¿Alguien diseñó todo lo que existe?

La respuesta a esta pregunta es de una importancia incalculable. Atraviesa todo lo que somos y pensamos. No hay área de nuestra vida que no sea permeada por la respuesta a este interrogante. Por ello vale la pena tomarse unos minutos para reflexionar sobre esto y no solo subirse a la ola del pensamiento simplista de que no importa el pasado ni de dónde venimos.

Cuando nos asistimos de los datos científicos vemos que hemos llegado a importantes conclusiones con respecto al inicio de todo lo que existe. Ya es claro para la comunidad científica que el universo ha comenzado desde un punto concreto y determinado, y que en estos momentos se halla en pleno proceso de expansión. La mejor teoría hasta el momento es la del famoso Big Bang, el cual dio origen al tiempo y espacio hace unos 15 millones de años. Ahora, ante esta conclusión se nos presenta un problema, todo lo que existe tiene una causa que lo generó. No hay ninguna evidencia empírica que demuestre que algo haya llegado a la existencia desde la nada misma y sin una causa primaria. Dada esta premisa universal podemos decir que el universo tiene que haber tenido una causa. Pero si existió una causa tal que pueda generar todo el universo debe haber sido una causa muy particular: de extremo poder, de preexistencia, atemporal, sin limitación del espacio y por supuesto no causada. Todas estas características nos hacen pensar en el concepto de Dios. Un Ser increado, todopoderoso, infinito, omnipresente. Sin dudas la mejor explicación racional para todo lo que vemos es la existencia de Dios.

Sin embargo no solemos ser sinceros a la hora de darle respuesta a estos interrogantes. Mira lo que decía hace unos años George Wald, ateo y Premio Nobel en Biología, en la Revista Scientific American:

Cuando se trata del origen de la vida sólo hay dos posibilidades: Creación o generación espontánea. No hay una tercera opción. La generación espontánea fue refutada hace cien años, pero eso sólo nos lleva a una única conclusión: la de la creación sobrenatural. No aceptaremos eso por razones filosóficas, por lo tanto, escogemos creer lo imposible: ¡que la vida surgió espontáneamente por casualidad!”

Uno de los problemas que se desprenden de este tipo de razonamientos estrechos y simplistas es que si no hay una causa inteligente detrás de todo lo que existe, incluidos nosotros los seres humanos, entonces todo deja de tener sentido y no hay razón alguna para nuestra vida. No hay reglas ni propósitos, no hay sueños dignos ni metas reales, o algo por lo cual valga la pena vivir. Todo termina siendo un sinsentido.

Si algo nos deja en claro la historia de la humanidad, y aun nuestra propia experiencia personal, es que los seres humanos estamos llenos de sueños, de búsqueda de objetivos a realizar, de desafíos que conquistar, de sentimientos que experimentar. Hasta los temores que nos surgen al pensar en que un día todo se va a acabar y que nuestra vida va a terminar nos muestran que tiene que haber algo más allá, que no estamos pensados como una raza que tiene que nacer y morir y así terminar. ¡No! Las ansias que tenemos por aferrarnos a la vida demuestran que hemos sido creados para vivir eternamente. Esa es la realidad de nuestra experiencia interna. Deseamos la trascendencia.

Las evidencias externas y las experiencias internas nos llevan al conocimiento de la existencia de un Dios creador. Un Dios que disfruta haciéndolo todo perfecto, con un poder ilimitado, con una sabiduría insondable, diseñando todo el engranaje del universo con un equilibrio digno de un ingeniero. Y, además, no solo creó algo perfecto sino que lo llenó de hermosura para que también sea disfrutado.

 

¿Entonces qué fue lo que nos pasó?

Hace muchos años y generaciones hemos decidido como raza humana dejar de lado a nuestro Creador, le hemos dado la espalda haciéndonos nuestros propios dueños y rectores de pensamiento y conducta. Los resultados de esta postura son más que claros en la realidad moderna: egoísmo, individualismo, daño a otros seres humanos, incapacidad de amar sinceramente y de hacerlo de forma sostenida en el tiempo, depravación interna llegando a hacer cosas de las cuales nos avergonzaríamos profundamente si fueran expuestas. Nos hemos llenado de soledad, sufrimiento, depresión. Hemos perdido el interés en el futuro y nos hemos dedicado a disfrutar el momento ya que entendemos que nada nos asegura que mañana podremos estar bien como para poder seguir disfrutando. Nuestra apreciación de la realidad se ha vuelto del todo pesimista. Al punto que algunos de nosotros hasta hemos pensado en quitarnos la vida ya que no hay nada por lo que valga la pena seguir adelante.

Pero esto no es el final de la historia. El mismo Dios que nos creó y nos diseñó con una extrema perfección, Aquel que ideó nuestros más profundos mecanismos de entendimiento y emociones, Ese que nos pensó como una gran comunidad de seres humanos capaces de alcanzar logros impensados; es el mismo que no nos dejó abandonados a nuestras propias necedades y rebeldías. Al vernos perdidos, inútiles, llenos de malos deseos e incapaces de salir de la cárcel de la depresión y la amargura, se ofreció a sí mismo para pagar nuestro rescate.

Solo Dios podía arreglar todo lo que destruimos con nuestra actitud soberbia e infantil. Y lo hizo a través de enviar a su Hijo Jesús, el Dios hecho hombre, quien fue el que pagó la deuda que teníamos con Dios por habernos rebelado. Así es como hoy llama a todo hombre en todo lugar a que se arrepienta de su vida independentista y rebelde y a que se vuelva en arrepentimiento a su Creador, y ahora también, Salvador y Señor. De esta forma podremos abrir nuestros ojos por primera vez y así comprender todas las cosas. La verdad que te estamos compartiendo es la única que explica todo lo que existe y todo lo que nos ocurre como personas. El testimonio de nuestras propias vidas cambiadas al volvernos a nuestro Creador son evidencia clara de que es real y que existe una nueva vida posible centrada en la verdad y realidad última de todo.

Por eso queremos invitarte a que reflexiones en todo lo dicho y a que vuelvas a hacerte las preguntas correctas buscando con sinceridad las respuestas correctas. Te dejamos nuestro contacto para acercarte a nuestras reuniones y conversemos de manera personal.

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