¿Te molesta la inseguridad? ¿Has sido víctima de un robo o conoces a alguien que lo haya sido? ¿Has escuchado sobre tiroteos y narcotráfico? ¿Cuál es la solución?

Sin duda, esta es una pregunta compleja y difícil de responder. Lo cierto es que la maldad abunda, y aquellos que abusan de otros para lograr sus propios fines proliferan en la ciudad. La seguridad es insuficiente y queremos que haya justicia.
Si deseamos profundizar en este análisis, nos daremos cuenta de que aún no se explica la raíz del por qué de la inseguridad. Deberíamos responder otras preguntas, como “¿Por qué hay corrupción?”, “¿Por qué hay pobreza?”, “¿Por qué la justicia es injusta?”, entre otras.

Pero la Biblia nos ofrece una perspectiva real sobre este asunto: el hombre ejerció su libre albedrío para rechazar a Dios y vivir según sus propios deseos, y como resultado, Dios se apartó de la humanidad, permitiendo que la maldad siguiera su curso en medio de nosotros.
Esto es precisamente lo que estamos sufriendo hoy en día; estamos a merced de los malvados, bajo el juicio de Dios.

Ahora bien, la palabra “inseguridad” proviene del latín y significa “peligro” o “riesgo de sufrir una pérdida o daño”. Por lo tanto, la inseguridad apunta a mucho más que el problema de los motochorros o el consumo de drogas. Apunta al mayor riesgo de todos: la muerte. Esa sombra negra que la mayoría ignora pero que nos amenaza todos los días. Incluso si tenemos salud y seguridad, la muerte sigue acechando para dar fin a nuestros sueños, relaciones y vida.
La Biblia nos enseña que morimos porque pecamos, ya que la paga por el pecado es la muerte (Rom 6:23). Entonces, ¿qué solución hay ante este cuadro tan real y deprimente? ¡Hay una solución! ¡Hay buenas noticias!

En 2 de Timoteo 1:10 leemos que Jesús vino para quitar la muerte e iluminar el camino a la vida y a la inmortalidad a través del Evangelio. Él venció la muerte y puede brindarnos la seguridad de que nada, ni siquiera la muerte podrá separarnos del amor de Dios. Jesús es la evidencia de que podemos vivir amando a Dios y a nuestro prójimo sin temor y con esperanza en medio de este mundo caído.
¿Cuáles son las condiciones que Jesús nos pide? Solamente humillarnos ante Él y reconocer que somos parte del problema que afecta a la sociedad, arrepentirnos y confiar en Él como nuestro Salvador y Señor.